La mesa en la que las educadoras de la guardería almuerzan. El tema de hoy no trata de un simple mueble de madera, sino que va más allá. Es el símbolo del descanso, de la supervivencia y de la lucha de siete mujeres. Cada una de las historias de Marisol, Jenny, Filomena, Adela, Carmela, Paola y Mileisa lijan la madera. El desahogo y el compañerismo la abrillantan. El resultado, además de soporte para alimentarse, es la constitución continua de verdades parciales en Bolivia.
Después de cinco horas de trabajo, alrededor de la 13.30, nos reunimos en torno a esta mesa para comer todas juntas, mientras todos los niños duermen la siesta. Desde una de las sillas he podido avistar una parte ínfima de la situación cruceña.
En uno de los almuerzos, Marisol, coordinadora del centro, relataba la dificultad de adoptar a uno de los bebés del centro. Para preservar la intimidad del chavalín, no mencionaré su nombre, pero él estaba presente en ese momento. Contaba cómo la abuela biológica suele escaquearse para no dar su autorización en el Juzgado. Finalmente, parece haberlo conseguido, después de que hablase en persona con la madre biológica del pequeño. También pequeña ella, pues tuvo al crío a los 13 años y,seguramente, fruto de una violación por parte de un señor mayor.
Después de tenerlo, cogió sus pertenencias y dejó al chaval en la chabola donde vivía, hasta que más tarde su abuela lo abandonara en el centro, porque, según ella, daba mucho trabajo. Miré aquel niño y pensé en lo duro que debe de ser nacer con esa condición, fruto del odio y la rabia de una niña que ni siquiera es mujer y que no denuncia los hechos porque no tiene a quién acudir. Es impunidad. Impunidad en la sociedad y en el sistema judicial.
En otro de los almuerzos, llegó la inspectora de la Prefectura. El 30% de la financiación del centro corre a cargo del Gobierno autonómico. La navidad se acerca y muchos consiguen lucrarse a costa de los demás. La señora exigió la elaboración de 15 tarjetas navideñas para poder venderlas, pero, indicó claramente, que no debían de llevar el sello del centro. De lo que no habló fue del coste del material, ni a quién sería destinado el dinero que conseguirían. Eso es explotación infantil, también impunidad, impunidad de un gobierno que piensa excesivamente en sus intereses y no repara en las necesidades reales de esta gente.
En este mismo almuerzo, yo les pregunté sobre las condiciones laborales. 800 bolivianos mensuales, lo que equivalen a unos 80 euros. 10 horas diarias laborales, una hora de descanso (si se tiene la suerte de que los niños se duermen), dos días a la semana libres que dedican a obras caritativas y a sus quehaceres, y vacaciones de dos meses sin cobrar.
No solo esto, sino que les pagan con dos meses de atraso y una llamada teléfonica alerta sobre la necesidad de acercarse al centro en un tiempo máximo de una hora para poder cobrar. Al día siguiente puede ser demasiado tarde para hacerlo. Entonces, se plantea el problema de cómo dejar a 100 chavales a cargo de nadie, porque cada cual debe cobrar su sueldo. Si el estatuto de los trabajadores en España suena a risa allí, aquí ni te cuento. Es impunidad, impunidad del abuso del poder y de explotación laboral.
En el último almuerzo, una de las cocineras ha llegado llorando. Le han avisado por teléfono diciéndole que le estaban robando en casa. Se han llevado todo, DVDs, televisión, teléfono, la plata (dinero, 150 bolivianos, 15 euros), la garrafa (bombona de gas), muebles... todo. Tres asaltantes a punta de pistola han entrado y lo han saqueado todo. También su poca intimidad, su poca seguridad y sobre todo, el gran esfuerzo que supone ahorrar un mínimo. Es impunidad de la comisión de delitos, impunidad de la violencia. No tiene a quién reclamar, una denuncia no sirve para nada.
Impunidad, impunidad e impunidad. Harta de ver tanta injusticia, intento tener perspectiva. Con sus ojos tristes, sus caras cansadas y sus manos excesivamente abiertas de parar tanto golpe, me demuestran cada día el poder desgarrador de las mujeres, que sobreviven y luchan. Por ellas, por sus hijos. Imposible contra la impunidad. El sistema está podrido.
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