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24 de agosto de 2011

Testigo directo desde el Arnoia

Espesez acuática. Me sumerjo en el Arnoia, cierto esfuerzo por piedras colocadas contranatura, nado en forma de rana e introduzco la cabeza en el río. Pelo inmóvil en torno al agua, la cabeza hacia delante y el cuerpo por detrás. Ojos cerrados para que las lentillas no hagan de las suyas y la mente en blanco. No respiro. La nada y el todo en el fondo del Arnoia. Quiero alargar el instante de no hacer ni dejar hacer, pero necesito respirar y mis brazos se cansan de nadar absurdamente a lo rana, así que salgo al exterior y me coloco en vertical.

Arnoia contemplativo. Adriana Domínguez
 Comienza la secuencia de testigo directo. El cielo está despejado y el viento menea los árboles escasos colocados a la orilla del río, aunque son altos, muy altos, y la sombra que aportan es más que suficiente. A un lado de ellos; ellas. Las miro desde mi posición, sentadas con cariño sobre la hierba: la psicóloga soñadora que ha descubierto el mundo de los festivales; la ya, después de mucho esfuerzo, inspectora de Hacienda; la arquitecta, cuya verdadera vocación, intuyo, es la producción manual de broches preciosos; la intérprete no solo de signos sino de la vida misma; la que ha abandonado Galicia para trasladarse a Valencia y a la que echo mucho de menos;la que se acaba de enamorar de un chico que parece es muy simpático y por supuesto, allí está también la que masajea con mucha concreción y esfuerzo, siempre sin esperar nada, pues ésa es la esencia de esta última. 

Y desde el agua, allá, en la mitad de este precioso río, que bordea la parte sur de Allariz, las miro y esbozo una sonrisa de orgullo, por ser mis amigas y porque además de ser geniales, divertidas e inteligentes, son divinas. Giro un poco la vista y a su lado veo a un grupo de chicos; amigos de toda la vida. Y me río, pòrque son esencialmente alaricanos y porque les guardo mucho cariño. Y me gustaría escribir muchas cosas, de la misma manera que me gustaría gritar desde esa posición de testigo directo, pero callo, porque determinados asuntos han de ser callados. Mi hermana y sus amigos, que descansan de colchonetas usadas a modo de trampolín en el río. Y la furgoneta libertaria, aparcada detrás de ellas y ellos, cuya función es mostrar que somos personas y tenemos derecho a ser disociadas.

El puente de piedra, situado enfrente mío, rinde homenaje al río. Piedra mohosa de Galicia característica de esta zona. Los turistas pasean y fotografían. Son aquellos que abarrotan los outlets del pueblo, cuya esencia desconocen. Y al otro lado las piscinas y el resto de mis amigos, con los que compartimos espacio y tiempo en la Casa de la Alegría.

Piedra mohosa de Galicia. Cercanías de Santa Mariña. J.M

Decido salir. Me canso de mi posición vertical y de mirar para todos los lados. Por último, el castillo. Uno de mis sitios favoritos. Puedes observar sin ser visto. Un sitio donde las lluvias de estrellas pueden ser alcanzadas por el hombre o la mujer, aunque solo sea a través de los sueños, aunque, hoy en día, pocas personas crean en los deseos, ni siquiera en el amor.

Recorro las piedras de la entrada del río, ocupo mi lugar en la toalla y esta vez, me miro a mí. Una amplia sonrisa sombreada por un sobrero de paja que compré en Bolivia, que denota el privilegio de bañarme casi todos los veranos de mi vida en un río como el Arnoia.

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