Opinión / Pensamiento Divergente / Mundo Bohemio y la Libertad de los Mapas

30 de octubre de 2012

Me mudo a Brave Readers

De aquí para adelante podréis leerme en www.bravereaders.es

Desde aquí, agradezco a todas las personas que han hecho posible que Reflexiones Digitales creciera tanto: lectores, amigos y familia. Este blog lo creé el último año de carrera y desde entonces, ha sufrido una gran evolución. Finalmente, he optado por pasarme a web para que la información estuviese mejor clasificada y el lector pudiera leerla de forma más ordenada.

!!!Si queréis encontrarme acercaros a Brave Readers¡¡¡ 


25 de septiembre de 2012

¿Y tú te sientes vasco o español?

Texto: Javier López Cid *

La pregunta del millón. Suele surgir en conversaciones habituales cuando sales en algún sitio nuevo del Estado, conoces gente, entablas conversación y le dices tu lugar de origen; Euskadi. A veces hasta resulta incómodo porque dependiendo de qué respondas la conversación puede continuar por unos derroteros o por otros. Mi respuesta más habitual suele ser: "yo no entiendo de naciones, si no de clases sociales".
Nunca he entendido el fervor nacionalista, tenga el origen que tenga, no tengo por qué seguir el color de la bandera de nadie si no quiero, el sentimiento nunca puede estar impuesto, el sentimiento surge de uno mismo. Por eso respeto el sentimiento patrio de los demás, pero no soporto que me lo intenten imponer. Amarás la patria bien, nos exigieron, si ellos son la patria yo soy extranjero, decía Charly García en la canción "Botas locas".


14 de septiembre de 2012

¿Consumo sexual o liberalización sexual?

Comenzamos con una pregunta/ Istanbul. J.M

Anécdota 1: 

Mucha fiesta, mucho chico y mucho desfogue. Una amiga lo pasó genial en Ibiza. Es el paraíso, me decía. Un día se apuntaron a una excursión en barco: 62 euros a cambio de barra libre, música y cena.

Le pregunté cómo era aquello de una boat party. Mucha sensualidad, pienso yo; un bonito atardecer, mojitos y buena compañía. Me contestó que era genial. Su gesto cambió cuando me contó que llegado cierto momento, imagino que a mitad de la barra libre, una chica se prestó voluntaria para tumbarse sobre una mesa. Le rociaron con nata y, seguidamente, algunos se aproximaron para usurpar cada centímetro de su piel. La siguiente voluntaria fue un poco más allá, y sin la parte superior del biquini, se tumbó en la mesa; procedieron a chuparles los pechos, mientras alguno "le comía la boca", afirmaba mi amiga.

Después les llegó el turno a los chicos. El primero de los voluntarios también se tumbó sobre la bendita mesa, lo untaron de nata y algunas chicas se acercaron para que se levantara sin un ápice del líquido. El siguiente, hizo lo propio, pero esta vez sin bañador. Ellas se acercaron y lamieron toda la nata

Anécdota 2: 

Un sábado a la noche en un bar, abrí la puerta del baño. De repente me encontré con dos chavalas en el servicio. Debían tener quince años y no pareció importarles mi presencia. Rápidamente, cerré la puerta. Creo que me sentí más avergonzada que ellas; una estaba con los pantalones bajados y la otra con la camiseta subida hasta los pechos. Esperé a que se vistieran o acabaran para me dejaran entrar. Pero no salían, tampoco escuché el típico sonido del pestillo de la puerta. Esperé un poco más, empecé a cabrearme, volví a abrir y a descubrirlas.  No parecía importarles que alguien las descubriera, no porque fueran chicas, a mí eso me da exactamente igual, sino porque determinados actos exigen un mínimo de intimidad, por lo tanto privacidad.

Me ocurrió también que, viendo la televisión, aparecieron dos cámaras que trabajan para una web. Su función consiste en grabar a personas que realizan actos sexuales en la playa. Todo mi respeto hacia trabajos ajenos, pero me impresionó la capacidad de determinadas personas para llevar a cabo un acto sexual en un espacio público, y también la capacidad de algunos para grabarlo, colgarlo en la red y lucrarse a su costa. 

Anécdota 3: 

Estaba con una amiga en un bar de Donostia. Sábado a la noche, copas a mi alrededor. La típica fiesta peninsular (no me atrevo a decir española, no sé si Donosti es España; conflicto de identidad influenciado por el conflicto vasco). Un chico se acercó. No me gustaba, estaba muy borracho y me pareció un pesado. Decidí ignorarlo. Continúe bailando y hablando con mi amiga. A los tres minutos más o menos de haberlo rechazado giré la vista hacia la pista del bar y lo vi introduciendo su mano debajo de las bragas de otra chica. Ambos disfrutaban muchísimo, en presencia ajena, la música a tope y mucha copa a nuestro alrededor. Me quedé congelada, no porque estuviera ligando con otra chica, sino porque le estuviera masturbando en público.

¿Consumo sexual o liberalización sexual?

Bajas al supermercado y compras dos kilos de carne. Vas a una cafetería y pides un café. Acudes a una boat party y relames nata. Te vas de vacaciones, bebes miles de copas al más puro estilo garrafón, pasa uno, ni siquiera lo has visto, ni has hablado con él, no sabes cómo es físicamente, pero lo quieres. Y lo quieres ahora, ya, da igual que sea en público o no, lo importante es saciarte, saciarte cumpliendo tu deseo: tu nuevo capricho sexual. 

Algunos me dicen que cada persona es libre de hacer lo que quiera. Absolutamente de acuerdo, pienso yo. Aunque me pregunto en qué consiste la libertad. No me gusta tomarme una caña en un bar y que al lado haya una pareja fornicando. De la misma manera que no me gustaría ir a una discoteca y ver una felación en directo. Para eso me alquilo una película porno y la veo en mi casa, yo sola o con quien me apetezca. 

No se trata de no practicar sexo. Todo lo contrario; muy necesario, absolutamente saludable y liberalizador. En especial, en tiempos de estrés, desesperanza y agonía. Más a mi favor en el mes de septiembre; una se vuelve loca para cuadrar todo el año. Es horroroso pensar a qué actividades apuntarse, los cursos, buscar dinero, nueva programación laboral, gyms fálicos...

Orgasmos varios/ Istanbul. J.M
Hace tiempo que comento en mi entorno mi preocupación por un mercado sexual que percibo. Si te niegas a participar en él, puedes llegar a sentirte conservadora. A mi amiga le ocurrió en la boat party: exclamaba horrorizada qué estaba sucediendo. A mí me ocurre, he llegado a sentirme una abuela conservadora, parece que si no mantienes relaciones sexuales con el primero que pasa a tu lado no te amoldas a los nuevos cánones. Y eso es presión social. Me pregunto si también es libertad.

El "exhibicionismo" es el aspecto clave, me dice una psicoanalista de mi entorno. Estoy absolutamente de acuerdo. Qué necesidad existe de practicar sexo delante de otros. Qué se busca con prácticas sexuales públicas. No se trata de no tener un sitio al que ir, como ocurre en nuestra generación, que al igual que el mes septiembre hay que cuadrar los espacios de "ocio", sino del contexto.

Y no lo comparto. No me parece sano, ni agradable. Más bien lo contrario; excesivamente rápido, impersonal, turbio y pasajero. Es cierto que el sexo ha sido un tabú, más para las mujeres, debería de tratarse y disfrutarse como algo natural por el simple hecho de serlo. Tampoco digo que deba practicarse a expensas de ese concepto de princesitas que se nos vende. Pero parece que abordamos su extremo, quizás por aquella negación de disfrute, y que bajo la máscara de la liberalización sexual se esconde el concepto de esclavitud, muy acorde con el sistema en el que vivimos: ahora, aquí, ya. Muy acostumbrados a responder a la pregunta de "¿por qué no?" en vez de un simple "¿por qué?". 

5 de septiembre de 2012

Pasión turca


Las nubes en dirección a Plovdiv/London. J.M

Me apasiona el instante en el que miro a través de la ventanilla y observo la ala del avión. El mismo instante en el que el vehículo está posicionado en la pista de aterrizaje, tras largas esperas en salas impersonales y controles aleatorios de azafatas antipáticas. Apoyas la espalda sobre el respaldo del asiento, tu compañera de aventuras cierra sus ojos y te aprieta la mano, siente algo de miedo, pero tú estás tranquila, vuelves a mirar por la ventanilla y te sientes parte de este preciso instante en el que el avión propulsa toda su fuerza y se impulsa hacia el cielo. Se trata del riesgo de abandonar tierra firme y perderte entre las nubes, verlas pasar y dejarte... simplemente dejarte. 

Viajamos para sentirnos con nosotros mismos, pienso yo, en vez de conectarnos con los demás. Viajamos para dejar de pensar y pasar a sentir. 
Olvidar lo que somos en nuestros lugares de residencia. 
Viajamos para alejarnos de nosotros mismos en nuestras identidades laborales
como si no fuéramos algo más que oficios enclaustrados en reglas sociales absurdas. 
Viajamos para ver, ver la vida pasar, sentarte a tomar un té en la calle, preocuparte únicamente de cuál será el siguiente punto que visites, hablar con las personas, aunque sea en modo mono por la imposibilidad parcial de comunicación estándar.

He conseguido el objetivo número uno de mis vacaciones: desconexión laboral absoluta. No he echado de menos escribir, ni siquiera te he echado de menos a ti. Me he dedicado a pasear por las calles de Plovdiv (Bulgaria) con sus resquicios comunistas, plagadas de máquinas de café, como si no hubieran establecimientos donde tomar una taza de café, a través de su casco antiguo, turísticamente masificado y algo descuidado.

Me encanta la escritura/ J.M

Casco antiguo de Plovdiv/ Paseos. J.M


Tras ocho horas de bus nocturno desde Plovdiv, paseé junto a mi compañera de aventuras por las calles de Istanbul. La ciudad de la efervescencia, decía ella. Y yo simplemente me reía. Porque me he reído muchísimo con un egipcio al que conocí, con un canadiense happy flower que debería limitar su confianza en la humanidad y que no hacía más que repetir aquello de "i am so sorry". Cuando se viaja con siete kilos a la espalda y hostales internacionales, se conocen muchas personas.

Me impactó de la ciudad esa mezcla de gentes y cultura, su movimiento comercial, su vicio por los mercadillos y los bazares, la gastronomía...  Admiro de los turcos su capacidad para ver la vida pasar. Se apoyan en sus asientos diminutos a las puertas de sus comercios, se toman un té, después otro y otro, mientras charlan unos con otros. En España y en Europa a veces se tiene la sensación de que se vive demasiado rápido, "tengo 26 años y no sé qué hacer con mi vida", "tengo 26 años y aun no la he vivido", "tengo 26 años y estoy obsesionada por todo lo que no he conseguido". Nuestra vida es tan estrepitosa que sentados en un banco a observarla, apenas tendríamos tiempo para desarticular sus escenas, sus protagonistas y sus colores. 

Me gusta la pintada junto a la mezquita/ Istanbul. J.M

Una ciudad preciosa / J.M
La costumbre de los mercadillos / J.M
Se percibe en Estambul una especie de movimiento en explosión, cuyo epicentro parece ser el barrio de Taksim, situado en lo alto de la ciudad y donde las pintadas en sus paredes, las cervezas en las terrazas, las modas textiles y sus ciudadanos para arriba y para abajo, te inducen a olvidar a momentos, que más bajo, en la otra parte de la ciudad, al(l)á donde se sitúan la Mezquita Azul, Santa Sofía y el gran palacio con vistas al Bósforo, las personas que caminan, se sientan y ven la vida pasar son más tradicionales, no beben cerveza, las mujeres visten velos y abrigos, algunas incluso el nihab. 

El abrigo de ellas es uno de los aspectos que más nos llamaron la atención. Independientemente de la cuestión del velo, al que estamos parcialmente acostumbradas en España, el abrigo no lo comprendemos muy bien. Muchas de ellas, lo visten encima de más ropa, por lo que acumulan muchas capas a una temperatura de 40 grados. Recuerdo estar en un baño público (gran parte de la vida se desarrolla en la calle y existen muchos baños) y entró una mujer completamente tapada. Se desvistió, sudaba muchísimo y pareció aliviarse con unos minutos de desquite textil. Estuve a punto de preguntarle qué se siente cuando se porta tanta ropa, cuál su sentido, si ella lo eligió, pero no me atreví. A veces creo que los occidentales nos paseamos por el mundo con nuestra óptica de modelo democrático a seguir, y después, resulta que vivimos a expensas de mercados invisibles. 

 Respecto de los turcos dedujimos el concepto de "mantenimiento de la mirada". En un principio hace gracia que te miren constantemente, al tercer día molesta. En general son chicos muy guapos, morenos, altos y  mirada muy intensa.

Encontré una galería de libros preciosa/ J.M

Ciudadanos para arriba y para abajo/ J.M
Tras Estambul, 12 horas de autobús nocturno, nos dirigimos a Marmaris, situado al sur oeste de Turquía. Allí vive un amigo mío turco al que tuve la suerte de conocer en Alemania y al que le tengo muchísimo cariño. Marmaris es una urbe turca al estilo de Salou, situada a las orillas de un mar sereno y precioso, pero con un casco antiguo que reluce más por las luces de neón de sus discotecas, bares y restaurantes dirigidos a ingleses, rusos, ucranianos... que por su muralla y la esencia de su historia. Sí se percibe un cambio de mentalidad respecto de Estambul, las personas visten ropas más ligeras, se bebe cerveza y la figura de Atatürk es un icono que se cuida mucho.

Allí tuvimos la suerte de ser acogidas por músicos turcos que nos han tratado como sultanas. Personas muy amables, simpáticas y divertidas. Les hacía mucha gracia nuestro impacto por su incensante actividad de beber té y comer dürüms. En una de las primeras conversaciones que mantuvimos, uno de ellos nos contaba el conflicto político que mantiene el país con los curdos, describiéndolo como una minoría que comete "actos terroristas". He leído poco sobre este conflicto, así que no puedo emitir opinión. Le comenté el problema que teníamos en España, el proceso de paz que se (des)vive ahora en Euskadi, mi implicación en él a través de mi novela y mi trabajo... Me quedé sorprendida cuando me preguntó cómo podían existir conflictos así en la Unión Europea, qué más podíamos pedir.

En ese instante se es consciente de la suerte que tenemos de pertenecer a la Unión Europea. Músicos que han sido presionados por la familia y la sociedad para que estudiaran economía en la Universidad. Ansían viajar, salir, venir a España para escuchar flamenco, conocer a otras personas, ver otros modelos de mujer... pero tienen muchísimos problemas para solicitar un visado. Mi amigo ha vivido dos años en Alemania, habla alemán y su sueño es crear una bar de música allí, pero el Estado le deniega el visado y él se queja, pero es optimista y dice que algún día se lo darán. 

A veces ocurre que imprevisiblemente las cosas cambian. Tras mucho tiempo de constancia laboral, cuando tu vida se reduce a trabajar y las circunstancias no favorecen, vives entumecida en el miedo a fracasar, tecleas en dirección adecuada pero sin un sentido claro y además ocurren cosas desagradables con personas varias. Pero de repente aparece alguien. Es muy diferente a ti, y algo te une a él, no hablas de trabajo, apenas podéis hablar, pero consigues susurrarle quién eres, qué haces con tu vida y os reís de las diferencias entre ambas. Resulta extraño, dada la importancia de las palabras en tu vida, porque con esa persona no son necesarias, sino que miras sus ojos verdes, sonríes y día tras días se constituye una única razón, que ciertamente roza la sinrazón, pero que acalla las razones ajenas que te dicen que no existe y que se desvanecerá. Te aferras a ella, como cuando decidiste escribir una novela y todos creían que estabas loca.

Después pasas por Grecia y Alemania, pero continúas en aquel mar, en aquellos ojos verdes, en su pelo moreno, vuelves y escribes este post que trata sobre la libertad de las personas, sobre la visibilidad de vivir la vida, de verla pasar y disfrutarla, de la injusticia que a veces comporta ver a personas que no pueden salir de su Estado, sobre la necesidad de viajar con compañeras de aventuras que te incitan a seguir creyendo en la humanidad, sobre lo precioso de otras culturas, aun cuando no compartas la mezcla con religiones, el respeto por ellos, la curiosidad por hablar con ellas. Escribes. Y vuelves hacerlo, después de mucho tiempo de tecleo rutinario, con pasión. Y no sé si aquellos ojos verdes o estas palabras son la verdadera pasión turca.

27 de julio de 2012

Cuando escribo pensando en ti

A veces me ocurre que escribo pensando en ti.
Otras veces, no te hago caso y escribo pensando en mí.
Pero hoy, he vuelto a pensar en ti.
Y pensando en ti, pienso en mí.  

El otro día me ocurrió.

Quedé con una persona experta en marketing para definir las líneas de la web que lanzo en septiembre. Reflexiones Digitales abandona su formato actual, éste que ves ahora, y se amplía en formato web para ti; quiero crear un sitio en el que puedas participar; un lugar digital al que puedas acudir para leer con tranquilidad, sentir el significado de las letras y decidir si te dejas (o no) atrapar por ellas.

En Re(a)D todos los cajones están abiertos para ti/ Bolivia. J.M

La persona experta en marketing me preguntó cuál era mi público objetivo. Me quedé callada, no supe qué responder; pensé en ti. A veces, eres indeterminado, en realidad, bastante invisible en lo que a nombre, apellido, datos personales... se refiere. Le respondí qué era eso de público objetivo y me contestó que es el término que engloba a las personas que me leen. Supe decir: "las personas de mi entorno y algún que otro que accedería por puro azar". Las estadísticas del blog muestran que me leen en muchas partes del mundo, sobre todo, Estados Unidos, pero no sé hasta qué punto son fiables.

He tardado en aceptar que el mundo funciona a base de economía, producción animada y datos financieros. Me cuesta pensar en términos económicos; ingresos en cuentas corrientes y dependencia respecto de números absurdos. No creo en ellos ni en el ambiente en el que se mueven. A mí me gustaría vivir de las letras, los viajes y las margaritas, pero estoy lejos de eso. He tardado en aceptar que no vivo de la literatura ni del periodismo, sino del alemán. Y tal vez, jamás lo haga. Recuerdo una conversación con un pintor, me decía que seguiría intentándolo, pero que habría que cubrirse las espaldas con otras opciones por si no era posible aunar pasión y oficio.

Me molestó que la persona experta en markéting me preguntara por ti como si de la cifra de un euro fueras; un número computable en una estadística absurda, como si no tuvieras gustos, deseos y sueños. Lo único que pude responder era "el ciudadano a pie de calle", con el que a mí me gusta mezclarme, estar a su lado, que me cuente sus historias para después poder transmitirlas. No me interesan ni las personas que se relacionan con el poder, ni las mitificadas; tiendo a alejarme.

Aunque no sepa tu nombre, tu apellido, ni dónde has nacido, ni qué idiomas hablas, ni qué has estudiado o a qué te dedicas, te tengo mucho respeto porque creo en tu inteligencia, en tu capacidad para mirar más allá y no conformarte. Creo en ti, al igual que creo en mí y en mi trabajo. Por eso mismo, lanzo la web, aunque existan miles de razones para no hacerlo: el miedo a fracasar, la crisis, la competencia de otros, el estrés, demasiado trabajo, una mente que vira y vira sin cumplir las planificaciones laborales, falta de financiación....

Una sola razón para hacerlo: ambos (tú y yo).

Desgranando el concepto de público objetivo


Pienso en dónde ejerceras la fuerza que a ti te corresponde; si leerás en la cocina, en la sala, en tu habitación, en un bar cuando esperas la llegada de algún amig@.

Pienso en tu sexo, me refiero a si eres chica o chico. También leí, en el ámbito del markéting, que no es lo mismo escribir para un chico que para una chica. Y yo pensé qué diferencia podría establecerse si se escribe de corazón a corazón; consiguiendo llegar hasta ti.

Te imagino en una edad comprendida entre los 23-33 años, el pelo despeinado, un pijama que no es pijama sino ropa vieja usada en modo nocturno por pena a tirarla a la basura y zapatillas de casa. El vestuario cambia sustancialmente si te encuentras en el bar.

Pienso en qué sentirás, si te provocaré (es una manía), alguna sensación; una mísera sonrisa o tal vez lágrimas que surcan tus mejillas, si te he incitado a pensar, a desarrollar tu imaginación o si te he arrastrado a las oscuridades que muchas veces envuelven mis artículos.

Me gustaría saber por qué acudes aquí. Seguramente, existan mejores blogs que éste, allí se hablará mejor y de más cosas, más actualizados, menos idealistas; primas de riesgo, crisis financieras...

A veces se producen paradojas inexplicables/ Galicia. J.M

Tengo que admitir que en ocasiones me he enfadado contigo. Muchas veces me he sentido abandonada; esperaba un algo de ti, una respuesta, una lucecita que me indicara que sigues existiendo. Te pido perdón; tardé en aceptar que tú también eres libre. La libertad es un concepto complicado, me gustaría que formara parte de mi vida, siempre ha marcado mis pasos en un intento desesperado de atraparla. Es una lucha que desarrollaré a lo largo de toda mi obra. También he tardado en aceptarlo.

Paradójicamente, me costó aceptar que puedes venir cuando quieras, irte cuando te plazca, no me debes nada, puedes participar o no hacerlo, puedes criticarme, evaluarme, hacerme ver, hacerme pensar con tu silencio o tu participación. Eres libre. Más libre que yo. En eso te envidio.

También me gustaría que me dijeras cómo crees que podría mejorarse este lugar, qué esperas leer en Reflexiones Digitales ampliado, cómo lo visualizas, qué temas te gustaría que se trataran, cómo querrías llegar a mí, si es que quieres. 

Te imagino sonriendo. Eso siempre. No sé por qué. La misma sonrisa que las flores dibujan cuando la primavera luce en el cielo; ellas se abren al mundo y despiden ese olor brillante, inusualmente bello y fácilmente reconocible.

Creo que así hueles tú; a ganas de...
a humildad
a alegría
a tristeza también
a los sabores de la vida
a la aventura de vivirla

o por lo menos,
yo te imagino así,
si no
no estarías aquí.

23 de julio de 2012

Mochilas mochileras

Escrito bajo el mandato de hacerlo lo peor posible
Modo de producción: 
Fase 1: primera versión corregida. 
He eliminado los dos primeros párrafos y los he congestionado en una frase. 
Digital; no resultar pesada.  
Fase 2: segunda versión corregida. 
Corrijo incluso el modo de producción del nuevo mandato instaurado en RD. 
Abrevio al máximo las frases. Evito repeticiones. 
Final reconstruido tres veces.
Fase 3: tercera versión corregida. 
Me fumo un cigarro y me olvido de lo que puedas pensar.
 
Amaneceres en el mundo / Túnez. Ana Santamaría

He encontrado mi mochila mochilera definitiva. Su viaje de inauguración es inminente: Bulgaria, Turquía, Grecia y Alemania. En ella irá mi libro de viajes definitivo, hasta que las páginas lleguen a su fin, como ha ocurrido con mi nuevo pasaporte, sin los sellos de viajes pasados, me apena los de Túnez y Bolivia, y mi cuaderno de reflexiones en papel.

Mi mochila mochilera definitiva es pequeña: 40 L. Algunas personas me han preguntado qué voy a meter en ella para sobrevivir a los 16 días de mochileo. Pienso: cinco bragas, un biquini, ambos cuadernos, la cámara, un par de pantalones, tres camisetas y un vestido para salir de fiesta, aparte de enseres para baño y un mini botiquín. Ah y una guía de viajes. Una guía por país, aunque después no le haga caso.

Mi (inminente) compañera de aventuras y yo la vimos. Es idónea, de color negra y roja, como la primera plantilla de photo stencil que he creado. Tiene cremalleras por aquí y por allá (serán necesarios dos candados) y un buen agarre en la espalda (evitar lumbagos innecesarios).

Recuerdo la mochila de la escuela. Aquel cúmulo horroroso de libros a la memorieta, hasta que aparecieron las mochilas con ruedas, y entonces te convertías en una pringada por funcionar a lo antiguo: llevar a cuestas todo el material. Tal y como ocurre ahora con las gafas de pasta.

Las mochilas guays son las que sirven para viajar. Sin comprender por qué se cuantifican en litros: 40 L, 70L... Su uso es variado: 

1. Algunos quieren conocer costas soleadas y se equipan con mochilas mochileras definitivas compradas para tal efecto; tres bragas y dos pares de calcetines, y una guía de viajes que pesa más que el resto de los elementos, y pensando que no tienen que facturar, se relajan y pierden el vuelo. 

2. Otros viajan con una mochila de portátil; cuatro calzoncillos colocados en un lateral y muchas ganas de llegar al lugar de destino. 

3. A veces se viaja con tan poco dinero que no puede destinarse mucha cantidad a la mochila mochilera definitiva, y por eso existen las pasajeras, cuya descomposición avanza a medida que lo hacen los días de viaje. Un día se cae un bolsillo, al día siguiente se estropea la cremallera general. 

Cada persona una mochila invisible /Barcelona. J.M

Las mejores o las peores mochilas son las que no se ven, tampoco se huelen ni se palpan. Aunque algunas personas sí pueden verlas, olerlas y sentirlas, en especial, cuando se abraza a una persona muy querida y se percibe un bulto molesto en su espalda. El simple hecho de percibirla ayuda a disiminuir su peso. Puede verse a lo lejos cuando los portadores caminan encorvados como si llevaran consigo todo el peso del mundo o sentándose lo hacen en la extremidad por miedo a sentir el respaldo en su totalidad.

Son las mochilas invisibles. Pueden (o no) acompañar a las verdaderas mochilas mochileras definitivas. Pocos admiten llevarlas a sus espaldas, aunque todos, en mayor o menor medida, lo hagamos. Su labor es especialmente dificultosa; llenas de piedras, espinas, zarzas que pinchan y a veces, incluso de agua, también invisible, pero putrefacta, esa sí que huele, resultado de haber estado sumergido durante mucho tiempo en otra variante de agua (uno no se ahoga por sumergirse en el agua, sino por permanecer mucho tiempo sumergido en ella).

Las mochilas invisibles son peculiares. Pueden ser buenas y malas. Se adquieren sin uso de razón, cuando apenas sabemos nuestro nombre, pesan tanto y producen mucho dolor, las paletillas se cansan y las rodillas necesitan reposo. Aunque yo pienso que a veces son buenas, en especial, cuando se vuelven visibles y permiten comprobar su peso, se cuantifica entonces cuál es el cansancio de portarla y descubrimos que existen lugares mágicos donde palparlas, describirlas y abrirlas, mirar dentro, analizar cada detalle y sacar cada uno de los elementos con sumo cuidado, aunque el proceso pueda resultar doloroso, pues exige recortar aquí y reconstruir allá.

La (in)dignidad de la asociación de espaldas que gestiona mal el peso de mochilas invisibles /Barcelona. J.M
No solo las personas portan mochilas invisibles. También lo hacen los países. Algunos fabrican a escondidas sacos y sacos de mochilas invisibles, el denominado tráfico de mochilas invisibles, que después actúan como bombas entre los verdaderos fabricantes de las cosas bonitas del país al que pertenecen, porque los que las han llenado de piedras gigantescas, feas y pesadas, no han gestionado bien la asociación de espaldas que merece ser castigada y ésta sí es mala.



Conclusión: Paradójicamente, tengo que perfeccionar lo de hacerlo lo peor posible.

10 de julio de 2012

Condenas fisiológicamente imposibles


La sentencia de Estrasburgo impacta en España/ Ayuntamiento Vitoria. J.M

El Tribunal de Derechos Humanos condena a España por haber aplicado la denominada doctrina Parot a la etarra Inés del Río Prada. El Tribunal insta al estado español a que la ponga en libertad y sea indemnizada con 30.000 euros por daños morales. Por su parte, el ministro del Interior Jorge Fernández adelanta que la sentencia será recurrida. La noticia se conoce un día después de que la organización terrorista ETA haga público un último comunicado que denuncia "la estrategia de paralizar y obstaculizar el proceso de paz " por parte de los estados español y francés.
 
La irretroactividad de leyes

Por una parte, la validez jurídica de la Doctrina Parot. Se trata de una interpretación que el Tribunal Supremo realiza para impedir la puesta en libertad de presos etarras; se pasa de aplicar los beneficios penintenciarios sobre el máximo legal de la condena (en este caso 30 años) a la totalidad de la condena (3.000 años en el supuesto de Inés del Río Prada). Uno de los principios esenciales del derecho y, mandato general del derecho procesal penal, radica en la irretroactividad de la aplicación de las leyes, a excepción de que sea favorable para el acusado: "toda persona a la que se impute un delito o falta, será procesada conforme a las leyes preexistentes al hecho delictivo de que se trate". 

España suscribe el Tratado internacional que le obliga al respeto de derechos y obligaciones que lo conforma, por lo que apreciado su incumplimiento por parte del Tribunal, la sentencia debe ser ejecutada (aplicabilidad y efecto directo). 


El Comité contra la Tortura de Naciones Unidas también le llamó la atención a España/ Mondragón. J.M

¿Quién sobrevive 3.000 años en una cárcel?

Frecuentemente escucho: "la condenan a 3.000 años y solo cumple 18". Por poner el ejemplo de este mediodía. El ciudadano acaba cuestionando la eficacia del sistema judicial español, por supuesto criticable en muchos de sus aspectos, pero en éste no lo comparto. El uso del término presunto en los medios también me pone muy nerviosa, pero hoy me centraré en esta sustanciosa condena de 3.000 años.


El análisis de una información acaecida el pasado 13 de septiembre de 2010 servirá como ejemplo y puede proyectarse a este caso. "Condenado a 83 años de cárcel el ex jefe militar de ETA Gorka Palacios" titulaba una de las grandes cabeceras de España. En otros medios, también aparecía la cifra de 83 años de condena.

Gorka Palacios fue el primer detenido tras el comunicado de ETA que declaraba "el cese de las acciones ofensivas", antes de que comenzara el nuevo escenario político en Euskadi (PDF). La Audiencia Nacional consideró que Palacios robó el vehículo, posteriormente cargado con una gran cantidad de metralla por los etarras Ana Belén Agues Gurrutxaga y Aitor García Aliaga para atentar en junio de 2001  en la calle Ocaña frente al Ministerio de Justicia (Madrid). El policía Luis Ortiz de la Rosa falleció en el atentado, numerosas personas resultaron heridas y se produjeron diversos daños materiales. La sentencia también consideró probado que Palacios recabó la información necesaria sobre el lugar de los hechos y ayudó a la confección del artefacto explosivo. 

Pancartas instituciones exigen disolución de ETA/ Vitoria-Gasteiz. J.M
 
Desarticular la cifra de 83 años

¿De dónde provienen los 83 años de condena? De un cálculo matemático muy sencillo. El Tribunal condenó al etarra, de forma individualizada, a 28 años de cárcel por un delito de asesinato terrorista, a 15 años de prisión por un delito de estragos terroristas, a 10 años de prisión por cada uno de los cuatro delitos de lesiones (40 años en total) y a una indemnización monetaria por las 16 faltas de lesiones que se le atribuyen. Dejando de lado la indemnización, la responsabilidad civil y las inhabilitaciones a las que también se le condenó, ¿qué hicieron los medios? Sumar las cuantías individuales de cárcel y publicar el resultado de 83 años de prisión. 

El Código Penal (CP) español recoge un sistema de individualización de los delitos. Cada uno de ellos se tipifica en el código y a cada uno le corresponde unos márgenes mínimos y máximos en los que el Juez debe especificar la pena. Por ejemplo, al delito de asesinato terrorista se le atribuye un margen máximo de 30 años de prisión. En el caso de Gorka Palacios, el Juez atendió a las circunstancias y consideró que el etarra actuó con alevosía (agravante de la pena), puesto que el acusado  fue consciente del resultado al qué tendían sus actos, por lo que le impuso 28 años de privación de libertad por este primer delito. Y así, sucesivamente con los restantes delitos. 

En esta primera fase de concreción de la pena, la cifra de 83 años de condena es cierta. Aunque imposible de cumplir por una simple cuestión fisiológica: ningún condenado sobrevive esa cantidad de años en prisión, menos aun si se trata de 3.000 años de condena. La pena ha de seguir especificándose. 

Es aquí donde se comete el error. Se detienen en esta primera fase, suman las correspondientes penas y publican el resultado como si se tratase de una condena efectiva. Pero la condena incluye numerosos delitos y debe ser nuevamente especificada. Es necesario aplicar determinadas reglas del CP. Se trata de terrorismo, de un cúmulo de delitos y uno de ellos penado con más de 20 años de cárcel, por lo que debe aplicarse el artículo 76 d) CP, que establece un máximo de 40 años de prisión. Según la legislación española, el reo puede permanecer en prisión un tiempo máximo de 40 años.

Esta segunda cifra podrá ser susceptible de discusión por parte del lector. Podrá parecerle breve, elevada, desmesurada, indignante, acertada, errónea o lo que cada uno desee pensar. Pero, en principio, viable desde lo fisiológico, jurídicamente cierta y verdadera para él, pues a ello se encamina el tratamiento informativo de los medios. Ofrecer una información verdadera, o por lo menos, veraz.