Opinión / Pensamiento Divergente / Mundo Bohemio y la Libertad de los Mapas

22 de enero de 2011

El término 'mujer'

Una eternidad, que equivale a siete días, ha transcurrido desde aquel vuelo desde Barajas que me plantó en suelo cruceño. Poco a poco despierto del trance y empiezo a recuperar el habla. Generalmente me cuesta acostumbrarme a los cambios, y mi reloj biológico me exige siete días. Un buen número. Así que pasado este tiempo adaptativo, sola en una gran habitación, descalza y con los pies acribillados por los malditos mosquitos, con una botella de 2 litros de agua y cuando todos los demás duermen, yo escribo y ruego inspiración. ´

Hasta el miércoles mi único contacto con los niños se había limitado a las típicas tonterías que se le hacen a un primo o a algún chavalín, por lo general, en un tiempo máximo de cinco minutos. A partir de ahí, me aburro, desisto y me dedico a otras cosas.

Toda una experiencia, tratar con bebés y con niños. Más aún si se trata de los niños de la Guardería Infantil de Nazareth. Una guardería perdida entre barrios trazados por la mano de vete tú a saber quién, ubicada más lejos aún del sitio donde vivo e imposible de encontrar en Internet, ni siquiera en google.

Los niños de esta guardería son especiales. Para mí por los menos. Llegan todos los días a las ocho de la mañana con sus caritas sucias, sus ropajes y medio dormidos. Acompañados por su madre, su padre, sus hermanos mayores o algún amigo de confianza. Tienen entre seis meses y seis años. Detrás de sus sonrisas se esconden muecas de dolor por desatención, historias familiares y desestructura social.

Después de presentarme ante todos ellos, me quedé conmocionada de la cercanía que muestran. Se acercan, te abrazan, te gritan "tía,tía" (llaman así a las profesoras) y te miran con esos ojitos tan bonitos. Qué carencia de afecto tienen.

En cuanto a las demás 'tías', es increíble cómo se desenvuelven. La mayoría de ellas ni siquiera de ellas han llegado a estudiar la ESO y se apañan de una manera asombrosa. Los entretenienen, les dan de comer, los lavan, les enseñan a cepillarse los dientes y los vigilan mientras juegan. Hablan con sus padres y se preocupan por su porvenir. Y ahí estaba yo, con mis dos carreras y mis cuatro idiomas, medio parada sin saber qué hacer, agotada de tanta atención a los niños y medio mareada por el calor asfixiante. Paradójico.

Durante todos estos días el estado de shock no me ha permitido reflexionar excesivamente. Si de algo soy consciente es de que soy mujer. Nunca me había sentido tan mujer como aquí, a pesar de haberme dejado a propósito la feminidad en España. El eye liner, el rimmer, el colorete, la ropa de moda, el pinta uñas... todo lo dejé allí, ¿para qué iba a necesitarlo en este lugar? ¿para atraer aún más a los mosquitos? si ya soy pasto de sus mordiscos. Malditos.

Cuando estaba en la guardería, hubo un momento que miré a todos aquellos niños y me pregunté cuántas de ellas habrían sufrido abusos sexuales. Cuando por primera vez cogí el micro desde la guardería hasta mi casa, pensé, eres mujer, vas sola y llevas la cámara de fotos en tu bolso. Acto seguido, me asusté y casi comencé a llorar. Mujer.

Este fin de semana he aprovechado para ir al centro. Lo cierto es que no he parado. Conocí a un español de otro centro que vive cerca de mi casa y ante la necesidad de tener una conversación 'normal', me planté en su casa y le exigí con amabilidad que me llevara al centro para tomar algo y salir un rato. Esto fue el viernes y cuando por la noche tenía que recorrer el pequeño tramo desde su casa hasta la mía. Pensé en la palabra mujer.

Ayer fue mi cumpleaños. Qué día tan extraño. Por la mañana acudí a un cursillo para aprender a quitar la cera de los oídos. Allí estaba yo, liderada por monjas especializadas en medicina natural y produciendo canutillos. Muy interesante y eficaz.

A la tarde quedé con una señora, amiga de Luis, para tomar un café en el centro. Me armé de valor y cogí yo sola el micro. También pensé en lo de ser mujer. Tomamos un café de tres horas y media y después me llevó a una gran feria donde se vendía, principalmente, caos y bullicio. Agradezco de todo corazón el haber quedado con Mary, consiguió hacerme sentir muy feliz, se prestó a pasar toda la tarde conmigo y a presentarme a las hijas de sus amigas.

La gran conclusión de esta semana, además de mi condición de mujer, la necesidad de espabilarse, moverse, conocer gente, organizarse y disfrutar. Ahora, ya más relajada.

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