Conclusiones de prácticas periodísticas (I)

No sé me ocurre mejor momento para escribir sobre lo que en mis primeros días de prácticas en una redacción opino sobre la profesión del periodismo. Se me ha ocurrido un gran experimento: escribir ahora, cuando hoy es mi tercer día y hacerlo en el último, así quedará constancia sobre una continuidad en lo que opino respecto de este tema o quizás, sucedan grandes cambios en mi perspectiva.

Este periodo de prácticas es determinante. Eso creo yo. Aunque pensándolo con más detalle, nada en este mundo lo es, sino que quien escoge un camino lo deshace fácilmente con un simple retroceder de pasos. Así, que ya le he quitado hierro al asunto. Me he relajado y me dispongo a disfrutar, el sexto día en Euskadi se nota (mutaciones adaptativas).

El año pasado mis prácticas consistieron en algo diferente a lo que se me plantea este año. Ahora estoy en una redacción grande, lo que presenta aspectos positivos y negativos. Por lo que es posible comparar las dos experiencias en el mismo medio pero con dimensiones diferentes. Simplemente, no me apetece y me centraré en la práctica que ahora me atañen.

Una de las múltiples conclusiones que en estos días he sacado es lo informal que es esta profesión. Cuando indico informal me refiero a poco disciplinado, en el sentido de que una lee un rato el periódico, los teletipos, habla otro rato con el compañero del al lado o discute sobre el titular que ha escrito y el por qué no debería de cambiarse. Aunque este aspecto ya lo saqué en claro el año pasado y en ocasiones, me gusta y en otras, me enerva. Según el estado en el que me halle: motivada, graciosa, simpática, cansada o harta de todo.

Otra es la explotación a la que los estudiantes nos sometemos. Independientemente de haber estudiado solo periodismo, contar con dos, tres o cuatro carreras, hablar otro tanto de idiomas... da igual, los inicios son siempre complicados y aceptas trabajar durante infinidad de horas a cambio de una "retribución" no correspondida. En este caso, prima la ilusión, las ganas de aprendizaje y la falta de ética que a los jóvenes nos rige, puesto que si en realidad dispusiésesmos de ella no aceptariamos trabajar en condiciones tan precarias. Lo cierto es que, en un intento de exquivar la autocensura a la que estos días me he sometido, en el momento en el que te encuentras en la realización de las prácticas te planteas el dilema de seguir o deternerte, simplemente una debe de ser una persona muy valiente para dejar plantado al medio y reivindicar tus derechos, lo que implica dejar plantada también (provisionalmente como mínimo) tu vocación. Vocación que no sé si a finales de las prácticas se verá mitigada por la acumulación de cansancio y falta de vida social.

En la Universidad se nos inculca a los estudiantes de periodismo de la necesidad de dar un nuevo impulso a la profesión. Los lectores disminuyen, los usuarios aumentan y los ciudadanos no creen en los profesionales de la información ni en sus prácticas. Hasta aquí todo es teoría, una vez alcanzado este punto, cuando se avanza un paso y te introduces en una redacción la práctica es otra. La copia de teletipos, la falta de inspiración para modificar y contrastar las informaciones, el cambio absurdo y vulgar de titulares... son alguno de los aspectos que más me llaman la atención.

Se trata de una profesión increíble, es preciosa, leer, seleccionar y escribir para una ciudadanía ansiosa por conocer la realidad que le influye. Sin embargo, creo que las redacciones hacen oídos sordos a la realidad de las calles: cubren las mismas informaciones, realizan los mismos tratamientos, enfocan de la misma manera... prácticas que no ayudan a resolver el problema de la disminución de los lectores.

Hasta aquí la primera conclusión. Creo que no he logrado vencer la autocensura. Eso me extraña.