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22 de enero de 2011

Niños que roban corazones

Es difícil escribir un artículo sobre un final. Aunque esta vez se trate de un final feliz. La verdad, es que agotada de tanta despedida y de últimos preparativos, no he podido resistirme a escribir un último post desde Santa Cruz de la Sierra

Vista aérea Santa Cruz de la Sierra. J.M
Han pasado dos meses desde aquella madrugada que aterricé en este país. Parece que ha pasado una eternidad. Aquí todo se vive de otra manera. Sí, hablo de intensidad. El lector podrá pensar que soy una pesada, no le quito razón, pero es que es verdad. 

Entre pena y alegría, intento hacer balance de todo lo que he visto aquí. Es difícil. Creo que ni siquiera he asimilado el 25% de lo que Bolivia me ha enseñado. En concreto, esos niños de la guardería que han adueñado de mi ternura, que me han enseñado muchísimas cosas. También sus familiares, que con buenas o malas costumbres hacia los más pequeños, me han enseñado otro tanto. 

¿Qué significa ser pobre? A primera vista, no tener para comer, para beber agua potable, para tener un techo donde cobijarse. Sin embargo, la pobreza es también afectiva, destruye a las familias, transforma las relaciones sociales, anula al ser humano. Es extraño cómo el mundo se rige por un sistema monetario ficticio. ¿Qué son 20 euros? un papel que representa un valor. ¿Dónde se deposita ese valor? ¿dónde nace? Un valor que ni siquiera es real, porque varía según las condiciones del mercado y según los agentes que en él intervengan. ¡Qué absurdo que algo tan insignificante tenga tanta repercusión en tanta gente!

Es increíble comprobar cómo demasiada gente vive en condiciones excesivamente infrahumanas. Cuando una visita por primera vez una de estas casas, se da cuenta del alcance del término 'pobreza'. Al principio es destructivo, después normalizas la situación y aprendes a comprobar cómo las familias luchan por salir adelante, comparten lo que pueden e intentan crear un espacio de felicidad. 

Las casas. Paredes, en el mejor de los casos, construidos por ladrillos que se unen en 16 metros cuadrados. Allí pueden vivir desde cinco hasta catorce personas. No miento en las cifras, lo he visto con mis propios ojos. 'Baños' que consisten en cuatro palos unidos por telas. Jardines llenos de basura. Alambradas en los extremos del 'lote' (la parcela). Es muy difícil describir estas condiciones, roza la ficción. 

En muchas ocasiones, se confunde pobreza con miseria. No tiene nada ver, he conocido a miserables que no son pobres. Afortunadamente, la dignidad no entiende de economía. El ser humano tiene dignidad por su condición de persona. Eso no es ficticio, es real

Días antes de llegar a Bolivia vi un documental sobre el que escribí un pequeño artículo. 'Calles sin nombre', documental que narra la situación de familias y niños en el Plan 3.000 de Santa Cruz de la Sierra, consigue remover al espectador de su butaca. Felicito a Jorge Peña por un excelente trabajo que consigue plasmar perfectamente la realidad del barrio. Felicitaciones aparte, la cuestión es que me impactó seriamente. Es normal, al fin y al cabo, me venía para esta ciudad. Hace dos días, después de haber conocido a Nicolás Castellano y haber estado viendo el proyecto, volví a ver el documental. La verdad es que no me extrañó. Una se acostumbra a las calles sin asfaltar, a la suciedad, a los mercados en todas las esquinas de la ciudad, a la desestructuración familiar y a los dramas sociales. ¡Vaya!, pensé, ni siquiera me he inmutado. Éste es el cambio. 

Los niños. Pequeñajos de cuatro y cinco años que pagan en carnes la incapacidad monetaria de los padres para pasar de mes, sufren ausencias de 'jornadas laborales' demasiado largas. Niños desprovistos de sus padres por 2 euros al día, que es la cantidad, que muchos de ellos consiguen. ¿Y qué son dos euros? Un valor, el de la vida. 

Esos niños que sufren abusos, el alcoholismo de sus familiares, que son golpeados, que no son cuidados cuando están enfermos, que no reciben afecto. Todos ellos son las víctimas del término 'pobreza', de los estados que viven más preocupados sobre qué desvelará Wikileaks a cómo vivirán sus ciudadanos. También víctimas de nuestra irresponsabilidad, que cerramos los ojos ante una situación notable desde hace tiempo. 

Esos seres inocentes que no tienen la culpa de nada, muchos de ellos, obligados a trabajar desde los seis años, obligados a ser adultos y cuidar de sus hermanos pequeños. Ellos son los que me han robado el corazón. A pesar de todos sus problemas, llegan sonrientes a la guardería, corren a darte un gran abrazo y te declaran la guerra de las cosquillas. Esa es la mayor satisfacción que un voluntario puede sentir

Este blog ha supuesto para mí una ventana a mi realidad. Vuelvo a ella. Creo que de otra forma, aunque aun no la haya descubierto. Espero que el lector haya podido hacerse una pequeña idea de todo lo que he querido transmitir. Pido perdón por los fallos cometidos. 

Y toca la hora de los agradecimientos; Agradezco a los Misioneros de la Sagrada Familia, en especial, a Luis y Loacir por haberme acogido en la casa, mostrado esta parte del mundo y haber hablado conmigo cuando así lo he necesitado; Agradezco a mi familia y a mis amigos haberme apoyado en todos los momentos, buenos y malos, siempre están ahí; Agradezco a Marisol, coordinadora del centro, haber tenido tanta paciencia con nosotras, habernos llevado de aquí para allá y haberse prestado a todo lo que necesitábamos; Agradezco a Anabel mostrarme otra forma de vida. Sobre todo, agradezco haber vivido esta experiencia con Ana, sin ella, no hubiese sido igual. Y también, a ti, querido lector, por atreverte a leer verdades. Porque ésta duele. Y en el alma. 

Artículo publicado en Teclas Sin Pulsar

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