Opinión / Pensamiento Divergente / Mundo Bohemio y la Libertad de los Mapas

22 de enero de 2011

Locura y un inminente tour mochilero

Mañanas de locura y viajes. Adrenalina y libertad. De eso trata este artículo.No me he podido resistir a relataros la experiencia de ayer. Como todos los días, intensa. Pero diferente. De las mías. De dejarte llevar por el puro azar.

A las 8.00 de la mañana de ayer, una de las voluntarias y yo tomamos un micro para cruzar toda la ciudad. Una hora después había quedado con una persona para entrevistarla (uno de mis futuros reportajes). Así que cámara, grabadora, libreta y boli en el bolso, nos montamos en el autobús para poder llegar a tiempo. Lo de llegar a tiempo es prácticamente imposible, el ritmo de vida es diferente y siempre surge alguna complicación. Una de ellas, los barrizales que se crean en los caminos sin asfaltar. La intensa lluvia de hacía unos días hizo del camino un trayecto, también, intenso. Debería consultar sinónimos en la Rae.

Así que bueno, allí estábamos, apenas veinte minutos después de agarrar el autobús (suerte que era directo y no teníamos que hacer trasbordo) atravesando caminos llenos de agua y barro. A través de la ventanilla la esencia de la humanidad volvió a aparecerse. Es sorprendente comprobar los uniformes que determinadas trabajadoras portan en determinadas gasolineras. Short, camisetas muy ajustadas y vertiginosos tacones. Qué molida de cuerpo, pensé. La explotación de la mujer en vivo y directo.

Una vez llegamos a nuestro destino, puro azar haberlo visto, tuvimos que esperar una hora a que la entrevistada me atendiera. Una mujer muy simpática y, absolutamente, aventurera. Resulta que era su cumpleaños y su móvil no debaja de sonar. La entrevista fue genial. Se siente adrenalina cuando una se encuentra frente a una mujer que se adentró en el año x, sin cita previa, en en el palacio presidencial para solicitarle en persona al presidente x financiación para un proyecto x, de suma importancia para la sociedad. Eso son agallas y lo demás son tonterías. Lo conseguió y pudo ejecutar el proyecto. Qué misterio ¿no?. La realidad boliviana empieza a adueñarse y una termina también, inevitablemente, siendo un poco mistoriosa.

Dos horas después, nos encontrábamos otra vez en la calle. Esta vez, sin saber qué autobús tomar para poder llegar a Aerosur y arreglar problemas propios de multinacionales. La indefensión del consumidor frente a grandes empresas. También en vivo y directo.

La nube de locura ya había comenzado a formarse a nuestro alrededor. Ni hora ni móvil. Menos mal, que una lleva en la libreta los números importantes. Así que en un barrio de clase medio-alta, buscando un locutorio para avisar de que no llegábamos al almuerzo, los intentos fueron frustrándose poco a poco, hasta ver un cártel que decía internet. Qué gran palabra. La democracia digital.

¿El problema? Aún estaban en obras, lo bueno, que el encargado era muy simpático y tras solicitarle llamar para avisar, nos comunicó dónde almorzar. Barato, bueno y bonito. A cambio de 25 bolivianos (unos 3 euros, si el euro no deja de bajar y los países europeos de solicitar rescate financiero), acabamos en un buffet, comiendo, como es habitual, pollo y arroz. Eso sí, con ensalada. Y las abejas a nuestro alrededor. Desde el momento en que un médico boliviano, sin haberte hecho las pruebas correspondientes, te alerta de que eres alérgica, las miras con otros ojos. Más bien, con pánico. Pero no hablamos sobre salud, sino sobre locura, que necesariamente no tienen por qué estar excluidas, pero es tema del próximo artículo, así que no me adelanto.

A estas alturas nos situamos a la 13.00 del mediodía. Por lo tanto, a tres horas de retraso de la hora prevista para solucionar otro problemilla de vuelos en el Aeropuerto Trompillo. Esta vez, no se trata de multinacionales. Sino del TAM, del que una puede hacer uso para viajar de forma económica por el país. Días antes habíamos estado allí para comprar los vuelos para un tour mochilero, que comenzará mañana. ¡¡¡Oh yeah!!. Me voy de viaje.

Me desligo un momentín del tema principal y explico que mañana me embarco, junto con mis amigas, rumbo a Sucre. Conocida también como la ciudad de los cuatro nombres y considerada como la capital de Bolivia. Sorprendente, la Constitución boliviana así lo dice (artículo 6). Después, Potosí, el salar de Uyuni, Oruro, La Paz, el Lago Titicaca, Cochabamba y vuelta para Santa Cruz. Diez días de mochileo, basados en las ganas de conocer y ver los impresionantes sitios de este país y conocer en persona a mis contactos para entrevistarlos. Entre ellos, Gregorio Iriarte, un gran tipo que conoce la realidad boliviana como la palma de su mano.

De vuelta al tema que nos ocupa. Perdón por la interrupción. La voluntaria había quedado con la sargento que nos había vendido los billetes, por una confusión y malentendido monetario. El pago en dólares acarrea consecuencias. También ha bajado. Así que decididas a ir a hablar en persona, a 30 grados y la sensación términa de 50, en un transpirar continúo, compré un helado por unos diez céntimos. Después nos dirigimos al lugar, que no estaba muy lejos. Para poder acceder a pie al Aeropuerto es necesario cruzar a todo correr una autovía. Uno se puede hacer a la idea de lo que esto significa. Pura adrenalina. Roza el suicidio. Pero siempre, con precaución. Así que una vez cruzada la autovía, en una de las curvas que unía con la carretera por la que se accedía al Aeropuerto, estaba la sargento. En ese preciso momento. Es impresionante comprobar cómo en Bolivia las cosas suceden por casualidad. Puesto que, aunque quedes con alguien y te de plantón, lo encuentras o te topas con otra persona.

Así que allí estábamos, en una de las curvas entre la autovía y la carretera. Cerca de uno de los canales que próximamente, debido a la época de la lluvia, se llenará de agua. Con lo cual, flora y fauna. Concretamente, hormigas. Los improvisados cálculos matématicos empezaron sobre esta y aquella cuenta sobre papel. Ni móviles con batería, ni calculadoras. Allí en medio de ese lugar, con las hormigas a punto de declararnos la guerra, a un paso de ser atropelladas por los vehículos que circulaban muy deprisa. Horrible comprobar cómo una pierde la capacidad de realizar una división.

Mientras tanto, entre cálculos por aquí y por allá, una aprovecha para preguntar cómo es eso de ser sargento mujer en Bolivia. Y de repente, a lo lejos, un pequeño grupo de menonitas paseaban por el parque de al lado,objeto de otro de mis reportajes. Así que cámara en mano, una aprovecha el momento. Pura casualidad porque es muy difícil captarlos.

Finalmente los cálculos matemáticos llegaron a su fin. Un mal fin, por la incapacidad intelectual de ejecutarlos. Así que aplazándose la reunión para el próximo día, volvimos a cruzar aquella autovía y nos dirigimos de vuelta al octavo anillo, también a la realidad. Bueno, aunque solo duró unas horas. A la noche, vuelta a empezar.

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