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22 de enero de 2011

Al pie de la letra

A escasos días de que la ministra española de Asuntos Exteriores, Trinidad Jiménez, hiciese acto de presencia en La Paz para hablar sobre cooperación, se me ha ocurrido escribir sobre educación.

El lunes comenzamos a impartir un taller de escritura y lectura para los padres de los niños de la guardería. A lo largo de las visitas que hemos realizado a las familias de los chavales (reitero que próximamente será objeto de un post), observé la necesidad que existe de impulsar en ellas la presencia de la palabra escrita y leída. Puesto que, aunque caben excepciones, el nivel de alfabetización es muy bajo.

Así que nos pusimos manos a la obra y decidimos encajar el taller los lunes y jueves. Las tres voluntarias (en la última semana se ha unido Ana) nos pusimos a disposición de todo aquel que quisiese adentrarse en el mundo de la palabra. De las diez mujeres inscritas en un principio, acudieron tres. Las demás se acercaron de forma esporádica, alertadas por sus hijos, al comprobar que en la guardería habíamos creado este taller.

El primer día fue evaluativo. Evaluación respecto del nivel de estas madres y del mío propio. Yo siempre he escrito y leído como una autómata pero nunca he impartido clases.

El segundo fue genial. Finalmente acudieron seis mujeres. Decidí dividirlas en grupos, en función de su nivel de alfabetización. Yo me encargo de Charo, Lola y Verónica, que pertenecen al grupo de intermedio-avanzado. Saben redactar, pero cometen faltas ortográficas, se equivocan en la estructuración de textos, en las mayúsculas y minúsculas... Las tres restantes se encuentran en iniciación, aprendiendo o perfeccionando el alfabeto y las sílabas.

Me sentí feliz de poder transmitir lo poco que yo sé. Y después de una hora de explicaciones de objetos directos, oraciones en pasiva y activa, dimos paso a doña Benita. Una abuelilla muy simpática, de unos 60-70 años (no me atreví a preguntarle la edad), que acudió al taller para transmitirles a las participantes lo satisfactorio que es aprender y estudiar.

Doña Benita es maestra voluntaria en IRFA. Un programa que ofrece la posibilidad de estudiar desde casa. A los participantes se les da el material correspondiente al curso en el que se encuentren y se les invita a estudiar una lección diaria, que pueden seguirla diariamente a través de la radio, en programas que se emiten a las seis de la mañana, una del mediodía o a la noche. La tarea del maestro consiste en guiar y verificar que los ejercicios se realizan adecuadamente para someter a los alumnos a un examen que certifique cada uno de los cursos académicos. Me entusiasmó la idea de comprobar cómo la radio servía a un gran objetivo.

Doña Benita salió bachiller hace cinco años. En palabras de esta mujer, "para la educación no existe edad". Ella se puso "al pie de la letra", lo que le ha brindado la satisfacción de tener la capacidad de escribir ella misma una carta, sin necesidad de seguir las instrucciones de otra persona. Este es solo uno de los ejemplos he extraído.

Las participantes y las voluntarias le mirábamos con ilusión, alegría y satisfacción. Por ver a una persona plenamente feliz, por haberse superado a sí misma.

Un día en el centro de la ciudad, en uno de mis ratos libres, me encontré por casualidad una gran librería. Empecé a perderme por sus escasos pasillos, observando este y aquel libro. Me perdí en mi propia magia, y encontré una gran revista, que se llama "Hematíes del alma". Una simple revista compuesta por 20 páginas, llenas de poesía y crítica literaria. En la última de ellas, me llamó la atención un anuncio publicatario que decía: "Usted que se preocupa por la felicidad de los suyos... ¡Regale un libro! Leer, el único antídoto contra la estupidez y la intolerancia. No presenta contraindicaciones. No soluciona problemas económicos ni mal de amores, pero ayuda a vivir".

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