Opinión / Pensamiento Divergente / Mundo Bohemio y la Libertad de los Mapas

23 de julio de 2012

Mochilas mochileras

Escrito bajo el mandato de hacerlo lo peor posible
Modo de producción: 
Fase 1: primera versión corregida. 
He eliminado los dos primeros párrafos y los he congestionado en una frase. 
Digital; no resultar pesada.  
Fase 2: segunda versión corregida. 
Corrijo incluso el modo de producción del nuevo mandato instaurado en RD. 
Abrevio al máximo las frases. Evito repeticiones. 
Final reconstruido tres veces.
Fase 3: tercera versión corregida. 
Me fumo un cigarro y me olvido de lo que puedas pensar.
 
Amaneceres en el mundo / Túnez. Ana Santamaría

He encontrado mi mochila mochilera definitiva. Su viaje de inauguración es inminente: Bulgaria, Turquía, Grecia y Alemania. En ella irá mi libro de viajes definitivo, hasta que las páginas lleguen a su fin, como ha ocurrido con mi nuevo pasaporte, sin los sellos de viajes pasados, me apena los de Túnez y Bolivia, y mi cuaderno de reflexiones en papel.

Mi mochila mochilera definitiva es pequeña: 40 L. Algunas personas me han preguntado qué voy a meter en ella para sobrevivir a los 16 días de mochileo. Pienso: cinco bragas, un biquini, ambos cuadernos, la cámara, un par de pantalones, tres camisetas y un vestido para salir de fiesta, aparte de enseres para baño y un mini botiquín. Ah y una guía de viajes. Una guía por país, aunque después no le haga caso.

Mi (inminente) compañera de aventuras y yo la vimos. Es idónea, de color negra y roja, como la primera plantilla de photo stencil que he creado. Tiene cremalleras por aquí y por allá (serán necesarios dos candados) y un buen agarre en la espalda (evitar lumbagos innecesarios).

Recuerdo la mochila de la escuela. Aquel cúmulo horroroso de libros a la memorieta, hasta que aparecieron las mochilas con ruedas, y entonces te convertías en una pringada por funcionar a lo antiguo: llevar a cuestas todo el material. Tal y como ocurre ahora con las gafas de pasta.

Las mochilas guays son las que sirven para viajar. Sin comprender por qué se cuantifican en litros: 40 L, 70L... Su uso es variado: 

1. Algunos quieren conocer costas soleadas y se equipan con mochilas mochileras definitivas compradas para tal efecto; tres bragas y dos pares de calcetines, y una guía de viajes que pesa más que el resto de los elementos, y pensando que no tienen que facturar, se relajan y pierden el vuelo. 

2. Otros viajan con una mochila de portátil; cuatro calzoncillos colocados en un lateral y muchas ganas de llegar al lugar de destino. 

3. A veces se viaja con tan poco dinero que no puede destinarse mucha cantidad a la mochila mochilera definitiva, y por eso existen las pasajeras, cuya descomposición avanza a medida que lo hacen los días de viaje. Un día se cae un bolsillo, al día siguiente se estropea la cremallera general. 

Cada persona una mochila invisible /Barcelona. J.M

Las mejores o las peores mochilas son las que no se ven, tampoco se huelen ni se palpan. Aunque algunas personas sí pueden verlas, olerlas y sentirlas, en especial, cuando se abraza a una persona muy querida y se percibe un bulto molesto en su espalda. El simple hecho de percibirla ayuda a disiminuir su peso. Puede verse a lo lejos cuando los portadores caminan encorvados como si llevaran consigo todo el peso del mundo o sentándose lo hacen en la extremidad por miedo a sentir el respaldo en su totalidad.

Son las mochilas invisibles. Pueden (o no) acompañar a las verdaderas mochilas mochileras definitivas. Pocos admiten llevarlas a sus espaldas, aunque todos, en mayor o menor medida, lo hagamos. Su labor es especialmente dificultosa; llenas de piedras, espinas, zarzas que pinchan y a veces, incluso de agua, también invisible, pero putrefacta, esa sí que huele, resultado de haber estado sumergido durante mucho tiempo en otra variante de agua (uno no se ahoga por sumergirse en el agua, sino por permanecer mucho tiempo sumergido en ella).

Las mochilas invisibles son peculiares. Pueden ser buenas y malas. Se adquieren sin uso de razón, cuando apenas sabemos nuestro nombre, pesan tanto y producen mucho dolor, las paletillas se cansan y las rodillas necesitan reposo. Aunque yo pienso que a veces son buenas, en especial, cuando se vuelven visibles y permiten comprobar su peso, se cuantifica entonces cuál es el cansancio de portarla y descubrimos que existen lugares mágicos donde palparlas, describirlas y abrirlas, mirar dentro, analizar cada detalle y sacar cada uno de los elementos con sumo cuidado, aunque el proceso pueda resultar doloroso, pues exige recortar aquí y reconstruir allá.

La (in)dignidad de la asociación de espaldas que gestiona mal el peso de mochilas invisibles /Barcelona. J.M
No solo las personas portan mochilas invisibles. También lo hacen los países. Algunos fabrican a escondidas sacos y sacos de mochilas invisibles, el denominado tráfico de mochilas invisibles, que después actúan como bombas entre los verdaderos fabricantes de las cosas bonitas del país al que pertenecen, porque los que las han llenado de piedras gigantescas, feas y pesadas, no han gestionado bien la asociación de espaldas que merece ser castigada y ésta sí es mala.



Conclusión: Paradójicamente, tengo que perfeccionar lo de hacerlo lo peor posible.

7 comentarios:

  1. Conclusion: hay que deshacerse de las mochilas invisibles.

    ResponderEliminar
  2. Conclusión: RD está absolutamente de acuerdo contigo, es más, desde aquí se reivindica que los lugares mágicos para el destierro de mochilas invisibles sea definitivamente aceptado por la sociedad, normalizado por los ciudadanos y por qué no, puestos a exigir, respaldado por la Seguridad Social, seguramente nos ahorraríamos muchos problemas. ¡Saludos!

    ResponderEliminar
  3. Bonita forma de explicarlo jiji!! y muy creativo!! GUSTAME MOITO!!!
    MIREN

    ResponderEliminar
  4. bale lo are guapa

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. No comprendo estos dos últimos comentarios. Lo siento.
      Saludos ¡!

      Eliminar

Anímate y comenta qué te ha parecido el post