Opinión / Pensamiento Divergente / Mundo Bohemio y la Libertad de los Mapas

22 de enero de 2011

Piscinas cruceñas

A veinte minutos de irme al centro para escuchar música cubana, tecleo con rapidez para contaros la experiencia de hoy, que brevemente, podría reducirse en la relación mujer-libertad-piscina. Una interacción conceptual un tanto extraña, pero curiosa. 

Hoy, junto a las educadoras, he ido de paseo a Madre Selva. Un gran balneario situado a unos treinta minutos de Santa Cruz de la Sierra. Cuando nombro balneario lo hago de conformidad a cómo se dice aquí, puesto que traducido al castellano significa piscina

A las 9.00 de la mañana estábamos allí. Qué locura, he pensado, nada más atravesar la entrada y ver el percal. Muy extraño. Me quedan diez minutos. Al enterarme de que íbamos a una piscina rápidamente visualicé: toalla, biquini (recién comprado), césped (hamaca también serviría), una cervecita y muchos baños en una gran piscina. La visualización se ha disuelto en cuanto he entrado en el complejo. 

Frente a la piscinahe visto: muchos niños y niñas en una piscina más o menos normal, ropa, bullicio (mucho), sol radiante, música, abejas (soy alérgica, según un médico boliviano) y nada de césped. Los bolivianos no necesitan tomar el sol, ya son morenos de por sí, por lo que lo de la toalla en el césped o la hamaca sobra. Si eliminamos esta pequeña parte, nos queda una especie de merendero dominguero donde la gente sitúa sus pertenencias y la comida alrededor de una mesa con sillas de coca-cola, sobre la base de idas y venidas a una piscina, que a medida que pasa el tiempo, empieza a ensuciarse gravemente, hasta el punto de que pasado el mediodía he decidido no bañarme por salubridad (es necesario cuidarse). 

Una pieza de museo. Así me he sentido, de hecho creo que tenían que haberme regalado la entrada porque he sido como una especie de atracción turística. En el agua la gente me miraba y me sonreía. Además de ser mujer, tener que aguntar las miradas intimidantes de todos los varones que se paseaban por allá (desde pequeños hasta adultos), soy blanca. De hecho, en uno de los zambullidos esporádicos, cuando intentaba ubicarme dentro de la piscina, debido al gran caos que en ella había, un niño se me ha acercado y me ha dicho: "choca, puedes pagarme el almuerzo". Con choca se refería a blanca y rubia, y lo del almuerzo deriva de que cree que tengo mucho dinero. Nada más lejos de la verdad. Yo me he limitado a responder un 'no' rotundo. 

En otras de las veces, he tenido que pegar dos gritos a un chaval que empezaba a desquiciarme seriamente. Se arrimaba demasiado, disimulando que medio buceaba. Me quedan cinco minutos. Estoy segura que el 95% de los que estaban bañándose no sabía nadar. De todas formas, lo de ir a la piscina, bañarse tranquilamente y relajarse queda fuera del concepto de balneario de aquí. A la piscina se va a escuchar música a gran volumen, a jugar a la pelota con tus amigos, independientemente de que le des a alguien en la cabeza, a empujarse, tirarse por aquí o por allá. Otro concepto. 

Lo que más me ha llamado la atención, además de que alguno que otro ha pensado que soy americana (me pasa muy a menudo), es la cuestión de las mujeres. A la mayoría de ellas no las he visto en biquini. Yo, junto a las dos voluntarias, hemos sido de las pocas que portábamos uno (con las consecuencias visuales que de ello se derivan). He preguntado a las educadoras por qué ellas mismas y el resto de las mujeres se bañan con ropa y me han respondido "por vergüenza". 

Vergüenza ante las miradas de los hombres que no se cortan un pelo, vergüenza de algunas cicatrices, pudor ante ellas mismas, que se critican mutuamente. Y me he preguntado por qué no responden, por qué cuando alguien las mira no limitan. Sin duda, lo que me he preguntado es por qué la mayoría de esos hombres no muestra respeto. Se acabó el tiempo. Me voy. ¡¡¡Disfrutad!!!

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