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30 de abril de 2012

Kolesnikov, la Seguridad Social y el Trabajador

Posiciona su violín debajo de la barbilla para comenzar a tocar. Relajadamente erguido, sutil firmeza. Sentado junto al resto de los componentes del cuarteto Ekimende, intuyo que es un maestro del violín. Aire refinado, sin resultar ostentoso, toca sin almohadilla y despierta humildad elegante. Su instrucción en violín debió ser muy dura. Parece del este de Europa: cabello rubio y ojos azules, piel blanquita y delgado. 

Desliza el arco sobre las cuerdas del violín; de dos en dos, movimientos varios, impulsándolo con fuerza y pasión cuando la partitura lo requiere. La posición de su brazo derecho es perfecta: codo bajo, muñeca un tanto desplegada hacia arriba, de forma que el brazo se mueva en su totalidad y con flexibilidad desde los dedos hasta el hombro, y la mano completamente posicionada sobre el arco, sin que el meñique baile a su antojo (error muy frecuente en violinistas). Por su parte, la mano izquierda se mueve con una agilidad increíble, dedos que bailan, al son de un oído construido para la afinación.

Dmitry Kolesnikov, primer violinista, comenzó a estudiar a los siete años, dice el panfleto, pasó por conservatorios de Simferopol (Ucrania), Moscú y Würzburg (Alemania). Alcanzados determinados instantes en las partituras de Beethoven o Piazzola, en especial, en la composición de D.Shostakovich, inspirada en el bombardeo de Leningrado para rendir homenaje a las víctimas, se percibe cómo Kolesnikov se funde con su violín.

No me sorprendió viéndole agachar la cabeza
Atravesaba el pasillo en dirección al camerino entre aplausos del público.

Pensamientos. A qué grado de locura le someterá su mente. Cuántas horas computables habrá dedicado en su vida (sin nombrar el instrumento complementario, generalmente, en el caso del violín, el piano). Qué precio habrá pagado por rozar la perfección, cuántos altibajos por no rozarla. Cuántas veces habrá sentido satisfacción tras una actuación. Cuántas lágrimas habrá derramado porque una y otra vez se le presiona, no sirves, no llegas, no estudias lo suficiente o no eres digno de tocar el instrumento. 
Sobre todo, el momento clave de su vida: el violín o él. 

Merkel pregunta por qu'e no se canta y se compone. Alemania. J.M


Opciones de vida alejadas de la Seguridad Social

Una vez el instrumento definitivo llega a las manos del artista, un momento determinado de la carrera profesional se impone. Se ha de elegir entre el violín o todo lo demás. La primera opción implica presión constante, horas de ensayo diarias, aparte del sistema común (ikastola, bachiller, universidad...), se vive en un estado de cuasi perfección, siempre detrás de ella, a una velocidad vertiginosa que provoca un cansancio brutal. Existen momentos memorables, actuaciones que salen bien y determinadas sonrisas de profesores que felicitan por un trabajo duro. Por supuesto, la pasi'on.

La segunda opción ya se conoce. De hecho, la crisis económica salpica a la primera opción, no solo por recortes que afectan a subvenciones, financiación y necesidad de ganarse la vida, sino que la reforma afecta ya a la (im)posibilidad de muchos j'ovenes de acudir al médico, entre ellos artistas, no ya al psicólogo, que forma parte de la salud privada para desgracia de este país, sino que se plantea la posibilidad de restringir la Seguridad Social a mayores de 26 años que no hayan cotizado, omitiendo el trato indignante a personas en situación administrativa irregular, para muchos ilegales. 

Sitúese el lector en la vida de un violinista, por poner un ejemplo, comienza a estudiar a los siete años, también acude a la escuela junto a los demás niños, prepara los mismos deberes, mismos exámenes...  alcanzada determinada edad accede al grado medio del conservatorio, generalmente, de forma paralela a estudios de escuela, bachiller o universidad, después el grado superior, preparar exámenes para máster en el extranjero o alguna plaza en orquestras, bandas o lo que corresponda. 

Lo mismo sucede con los escritores, filósofos, psicoanalistas... sin citar a jóvenes parados, por ejemplo  empresariales, que no encuentran trabajo, sino pr'acticas, voluntariados... en un país miserablemente sostenido por batallas políticas y reproches mutuos, en vez de reflexión de una crisis que ya no es crisis, sino una forma de existencia y vida, de gestión de la propia derrota del sistema, la época del miedo a perder todos los elementos a los que ese ente invisible obliga a suscribir: hipotecas, trabajos que no satisfacen, coches, matrimonios en búsqueda de emociones en la pareja, jubilaciones que no llegan... 

Palabras en calles de Barcelona. J.M

Librerías anarquistas 

En Sant Jordi acabé en una librería anarquista. No me pregunte el lector cómo, suele ocurrirme. Una chica me habló de la "Insurrección que viene", una obra escrita por el Comité Invisible, un aglutine de autores que optaron por el anonimato para no sufrir represalias, explican. No comparto algunos de los apartados de la obra, aunque me gusta que no tenga decoro, y sin estar de acuerdo con muchos de los aspectos que enuncian, sí quiero nombrar algunas ideas en honor al día del Trabajo

"Pertenecemos a una generación que nunca ha contado con la jubilación ni con el derecho del trabajo (...) ni siquiera es precaria (...) porque ser precario sigue significando definirse en relación con la esfera del trabajo, en este caso, con su descomposición. Admitimos la necesidad de conseguir dinero , porque actualmente es imposible pasar sin él, pero no la necesidad de trabajar (...) la empresa no es un lugar en el que existimos, es un lugar que atravesamos (...) La vemos como es y nunca ha dejado de ser, una estafa de confort variable".

"No habrá solución social a la situación presente (...) el vago agregado de entornos, instituciones y burbujas individuales que se denominan por antífrasis sociedad no tiene consistencia y no hay lenguaje para la experiencia común". 

"YO controlo. La búsqueda de mí mismo, mi blog, mi piso, las últimas tonterías de moda, las historias de pareja, de ligues... ¡cuántas prótesis se necesitan para ostentar un YO! Si la sociedad no se hubiera convertido en esta abstracción definitiva, designaría el conjunto de muletas existenciales que se me tienden para poder arrastrarme aún; el conjunto de dependencias que he contraído en pago por mi identidad". 

" El YO débil, deprimido, autocrítico, virtual, es por esencia ese sujeto infinitamente adaptable que requiere una producción fundada en la innovación, la obsolescencia acelerada de las tecnologías, la alteración constante de las normas sociales y la flexibilidad generalizada. Es al mismo tiempo el consumidor más voraz y, paradójicamente, el YO más productivo, aquel que se lanzará con más energía y avidez sobre el menor proyecto, para volver más tarde a su estado larvario original". 





2 comentarios:

  1. Me ha emocionado mucho la parte del violinista, se nota la nostalgia que sufriste al verle tocar. ;D

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  2. Si, la verdad es que si. Se me humedecieron los ojos cuando lo vi disfrutar tanto, con aquellos movimientos de cuerpo, arco... era uno. Me reproduje a mi misma, creo

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